Claro que hay muchas empresas donde impera la felicidad, desde grandes organizaciones donde han integrado una política de felicidad en la empresa, y las acciones que realizan van muy alineadas y comprometidas con el bienestar de sus trabajadores, pasando por medianas empresas y como es el caso de esta, un pequeño negocio de Madrid: La Pulpería de Victoria.
Tuve el placer de estar allí la semana pasada, lo primero que me llamó la atención fue el nombre del local ya que me dejó entrever que allí servían pulpo (¡y yo vivo -lo prefiero a la expresión de muero- por un buen pulpo!), así que con este nombre ya podía tener el pie medio puesto en ese lugar, aunque no era suficiente el producto, este debía ir con un buen envoltorio: el local, me fijé en la decoración y el diseño, y seguía siendo una buena opción pues me gustaba también, minimalista y acogedor.
Aunque tengo que confesar algo, sólo entrar allí, algo me enamoró e hizo que la experiencia que iba a emerger después fuera de las más agradables que he tenido en las últimas veces. ¿El secreto? Su gente.
Recibimos sólo entrar una cálida sonrisa y un agradable saludo, aquello prometía una experiencia fuera de lo común. ¿Y porque es esto de extrañar? Pues lo que me sorprendió no fue el saludo, pues hay mucha gente amable y educada, pero el camarero fue un paso más allá. Simplemente conectó con nosotros, nos entusiasmó.
A parte de este primer contacto, todos los camareros que iban interactuando con nosotros nos desprendían una amabilidad y me atrevo a decir una complicidad, desgraciadamente inusual. ¡Eran partícipes de nuestra experiencia! Formaron parte de la cena (sin intrometerse en lo nuestro). Y sin duda alguna, una cena en el mismo lugar, sin esta gente, hubiera sido muy diferente. Eran bellos, por fuera también.
Tuvimos que esperar para la mesa y eso no supuso ningún inconveniente, la asertividad por su parte y la buena compañía, hizo que ¡ya estuviésemos disfrutando!
¿Sabes cuando te escuchan de verdad? Una escucha activa y que tanto difícil parece de practicar, escuchaban como el asombro de unos niños que quieren saber más ¿Y si además le añades empatía? Empatizaron con nosotros, ¡incluso a nivel corporal! es algo con lo que me suelo fijar, lo suyo era un interés sincero por satisfacernos. Simplemente, brillantes.
Todas sus palabras estaban cuidadísimas, acompañaban al bienestar y lucían un excelente sentido del humor, a cualquiera le hubiera hecho sentir bien. Por eso no me extraña cuando entré en sus redes sociales para poner una buena reseña, por todas partes remarcaban el excelente trato y lo encantadores que eran.
Todo el equipo bailaba al unisón y hacían bromas entre ellos, se les veía un equipazo, se les veía trabajar, a la vez que reir y disfrutar y esto lo transmitían por los poros de su piel a toda la clientela. Honradez, transparencia, curiosidad… Podría seguir con una lista de un sinfín de habilidades -en la interacción con nosotros u otras mesas- que hicieron que realmente fuera una experiencia digna de repetir la próxima vez que me escape a Madrid, sin duda alguna.
Además, lo enriquecedor es que haciendo alusión a la percepción selectiva de la realidad -cuando nuestro cerebro selecciona la información que recibimos según nuestro foco de atención- de cuando algo te gusta y te hace sentir bien, todo el resto lo acompaña, ves esa actitud y esa belleza reflejados en más sitios de ese entrañable lugar.
Ah! Y se me olvidaba, la comida… ¡muy buena también!
Sin lugar a dudas, ¡volveremos! ¡Bravo por vosotros! Tenéis una fan más 😉
Bibi