Hace casi 20 años recibí mi primer curso de habilidades de venta, para aquel entonces yo trabajaba en una empresa multinacional y Olga era la responsable de impartir el curso. Tengo que decir que más que habilidades de venta fueron recursos y lecciones para la vida, sobre comunicación, desarrollo y liderazgo, y la venta era una consecuencia de todo ello.
Entre muchos aprendizajes me impactó una lección de comunicación, en este caso hablábamos sobre la amabilidad con el cliente, ella nos dijo con total convicción que siempre teníamos que ser amables. ¿Cómo? ¿Siempre amables? No, yo no lo había entendido así hasta aquel entonces. Yo tenía una actitud amable siempre y cuando el cliente la tuviera conmigo, y en el caso de no ser así, si me encontraba un cliente con una actitud borde, yo me permitía serlo más. Esta era mi venganza, y a corto plazo me hacía sentir bien (o esto pensaba).
Si él me hacía daño con su actitud, yo tenía el derecho de devolverle, ¿o no? ¡Pues claro que si!, tenía el derecho, pero esto tan sólo hacía que agravar la situación y las consecuencias podían ser nefastas. Todos perdíamos. Con esta actitud tan sólo me posicionaba a su nivel –incoherente, ya que lo que hacía era tener la actitud que me disgustaba, que yo misma criticaba-, además de empeorar una relación que no estaba en mi poder romperla, pues era un cliente de mi empresa. Olga me enseñó que si yo seguía con mi amabilidad, él al final se relajaría. Y poniéndolo en práctica he podido ver que así era, en este y muchos otros casos en la vida.
Esto nos sucede a diario en las organizaciones, no me han incluido en un proyecto que me correspondía, ahora se van a enterar, me han criticado un trabajo que he realizado, ahora se van a enterar, el jefe de la otra sección no me habla, ahora se va a enterar, este cliente es muy pesado, ahora se va a enterar, mi compañero no debería actuar así, ahora se va a enterar, y un largo etcétera. Son algunos ejemplos con los que convivimos, y que desafortunadamente ya hemos normalizado.
Cada día nos enfrentamos a situaciones que nos provocan malestar, tanto en nuestra vida personal como profesional, y hacemos responsable de la situación a la persona que crea la acción, y la responsabilizamos –si esta persona no hubiera actuado así, yo no sacaría lo peor de mi-. No nos victimicemos tanto, tu grandeza depende de ti.
Primer punto a revisar: las expectativas que siempre tenemos ante una persona, ante una situación. Nos creemos que todos deben ser como yo quiero o pienso que deben ser y actuar de la manera que yo actuaría ¿y porque debería ser así? ¡Cada uno de nosotros vivimos la realidad de una manera diferente y pensamos que tenemos siempre la razón!
La venganza además de no aportarnos, nos resta, y es que estamos focalizando la atención en aquella situación que tanto dolor nos ha provocado por lo que estamos haciéndolo más grave, más grande. Vivir en la venganza hará que nos recreemos en la situación una y otra vez. Y esto es una elección: ¿porque no elegimos focalizar la energía en algo que nos construya como personas? ¿En algo que nos aporte? No te hagas más daño, ya has sufrido lo suficiente, si estás pensando en una venganza es porque estás dolido, pero no sigas, seguir con la venganza sólo te hace más daño, y al otro también.
Pienso que todos actuamos con una intención positiva, que actuamos según nuestros recursos emocionales, lo que nos han enseñado, lo que hemos vivido, nuestra experiencia y que actuamos siempre para protegernos del propio dolor. Observar a los otros con una nueva mirada y desde el corazón, empatizar, practicar la compasión y el perdón, son algunos recursos. ¿Acaso cada uno de nosotros somos perfectos para castigar a los otros?
Y si además, tomamos consciencia de nuestros valores y los utilizamos para que nos guíen en nuestros comportamientos, podemos hacer una gestión de nuestras emociones proactiva (elegirla) y no reactiva (dejarla bajo el impulso), las acciones consecuentes de la ira y el enfado pueden ser muy negativas, nos dejamos llevar por ellas y perdemos el control, entrando en un bucle del cual nos es difícil salir. El olvido es una vía –no se si más fácil- pero más efectiva. Si para mi son importantes los valores de amor, conexión, crecimiento, respeto y evolución (por ejemplo), la venganza es una acción que se los carga todos. Entonces ¿porque actuar así?
Nadie dijo que fuera fácil, sólo la práctica de ello nos llevará a una maestría emocional que nos haga sentir bien con uno mismo y con los demás. Practicar de una manera cotidiana y en los comportamientos más básicos es fundamental para situaciones que realmente se nos vayan de las manos.
Me gusta tu grandeza como ser humano, no te quedes con la pequeñez. ¿Te atreves?